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Roberto Lovera
Luca Prodan
Luca Prodan
música - rock argentino
La locutora de AM había terminado su turno. La radio quedaba al amparo de ese movimiento mínimo que tienen las emisoras a altas horas de la noche. Ella cruzó el pasillo para ir a tomar el ascensor y se cruzó con un tipo calvo, de ojos felices y andar despreocupado. Con una sonrisa entre juguetona y piadosa, la miró de arriba abajo y soltó una frase en simpático cocoliche: ¿Por qué no usas corpiñito?
Ella pegó un grito, él hizo como si se hubiese asustado. Ella llamó a seguridad. Él se escondía detrás de una columna como un niño que acababa de cometer una travesura. Los gritos se escucharon del estudio de FM. Estaba saliendo al aire Submarino Amarillo, había pasado la media noche y Darío Vega estaba esperando al protagonista de su próximo reportaje: el cantante de un grupo que acababa de sacar un disco llamado «Llegando los Monos».
La voz de la mujer retumbaba en el pasillo: - Por favor, seguridad ¿Quién es este tipo? Me faltó el respeto ¿Qué hace?
Seguridad llegó corriendo y vio a un chico grande trepado a la columna como los simpáticos monitos se trepan a las palmeras; haciendo morisquetas que más que miedo daban ternura. Ese pasaje de treinta segundos de filme surrealista que ese personaje acababa de improvisar fue detenido por alguien de producción que salió al pasillo y parándose junto a la columna dijo: Está bien, está bien; pasá al estudio Luca.
La dama y el encargado de seguridad se miraron como diciendo ¿Quién es Luca?
Todos siguieron su camino. Ella bajó por el ascensor, seguridad volvió al estado de vigilia y Luca Prodan entró al estudio, pidió prestado todo el contenido de una petaca de ginebra y habló durante media hora: incoherente cuando se aburría, sagaz, inteligente y profundo cuando algo en el ambiente llegaba a seducir esa caja mágica que era su mente.
La biografía de Luca Prodan es la de un espíritu errante que con sonrisa irónica jugó su propio juego en el terreno de un mundo hostil. Italiano, con toques sajones, argentino desde 1975, realizó pinturas alucinantes del lugar donde terminó su vida. Vivió a Buenos Aires con una intensidad de la que pocos podrían jactarse; lo que para algunos sería tiempo perdido Luca lo convertía en la poesía más idéntica y contundente. Cada persona que se cruzó con él al menos dos minutos, y este es uno de esos tantos ejemplos, tiene una anécdota para contar; una anécdota que evidencia que puede haber tantas historias sobre Luca Prodan como gente se ha cruzado con él.
Pedacito de todos esos cuelgues que lo hacía disfrutar de una ginebra con un desconocido (para el cual no era más que un muchacho simpático que hablaba raro) en algún bar roñoso perdido en la tarde de algún barrio, Prodan aprendía un castellano que le alcanzaba para comunicarse sincero, audaz, profundo, enigmático y único.
Juguetón, curioso, escéptico, admirador de Bukowski, musicalmente abierto, lúcido poeta, extravagante a la defensiva, furioso indiferente y de ánimo inestable; lo que llevaría tres páginas de palabras para acercarse apenas a una definición de Luca bastaba con veinte segundos de su presencia. Un día llegó y abrió la cabeza del rock local, muchos de los que llenaron los lugares donde Sumo tocó, no llegaron ni llegarán a entenderlo. Pero no creo que le haya preocupado demasiado, siempre tomó lo que le servía, y al resto: una sonrisa piadosa. Alguien que en lugar de subirse a un gran caballo para guerrear contra el mundo, simplemente trató de comprenderlo. Y tanto lo comprendió que el 22 de diciembre de 1987 la cosa llegó a su fin, como si ambos se hubiesen propuesto una tregua. Su último escrito decía “Vuelve ternura, vuelve para quedarte, sos mi luz interior, no te escondas, brilla tu luz sobre mí”.
Luca Prodan murió, y todavía flota en el ambiente un pedazo de canción que dice:
“Mentira, mentira, adónde te fuiste”.